miércoles, 12 de diciembre de 2012

"Un torito bravo llamado Wertgonya"

Artículo que la autora, Manuela Martínez (@Manuela_MJ) nos ha enviado desde Twitter:

Mientras la ciudadanía sufre las consecuencias de los recortes y la política de austeridad del gobierno de Rajoy, el ministro Wert  se dedica a incendiar la educación. Y lo peor es que, ante las críticas recibidas, no se le ocurre otra cosa que sacar pecho y decir que es como un toro bravo que se crece ante el castigo.
Lo cierto es que las redes se han hecho eco de esta reacción impropia de todo un señor ministro, convirtiendo #Wertgonya en TT mundial.
En el mes de octubre, afirmaba en este mismo blog que nuestros hijos no merecen a Wert. Y el tiempo me está dando la razón. Está claro que “desconoce la envergadura de la tarea que se le ha encomendado y prefiere cultivar su presencia en los medios a cultivar las relaciones con los grupos políticos de la oposición, los Consejeros de Educación de las Comunidades Autónomas, las asociaciones de madres y padres, sindicatos de estudiantes, docentes, sindicatos de clase… Es como si sintiese una atracción fatal por los micrófonos, hasta el punto de olvidar que tiene bajo su responsabilidad la calidad de la educación que reciben nuestros hijos e hijas… y, precisamente por eso, también su futuro laboral”.
En mi opinión, lo del toro bravo es una simple cortina de humo, utilizada por una personalidad endiosada y carente de empatía, con la idea de desviar nuestra atención y evitar que nos centremos en lo que en realidad importa.
Importa que estando en un Estado laico, según reza en nuestra Constitución, el ministro Wert pretenda devolvernos siglos atrás con su Anteproyecto de Ley para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE),  incorporando la vieja aspiración de las derechas de 1933: la educación debe ser católica y patriótica.
De hecho, el segundo borrador de la LOMCE recoge la reivindicación de la Conferencia Episcopal de impartir la educación en valores a través de dos asignaturas, la religión confesional y su alternativa. Al tiempo que elimina completamente la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Por tanto, el ministro Wert concede a la Iglesia Católica el privilegio de ofrecer, como ocurría en el pasado, una formación en valores bajo su particular prisma ideológico.  Y sólo los alumnos que opten por la alternativa a la Religión, recibirán educación en valores culturales y éticos.
¿No es lógico que en una sociedad democrática todos los alumnos conozcan los valores y normas de convivencia, aprendan a obrar de acuerdo con ellas, respeten el pluralismo y se preparen para el ejercicio activo de la ciudadanía?  Pues ese era el primer objetivo de la LOE que el Anteproyecto de Wert ha eliminado de un plumazo.
Importa, y mucho, que la reforma planteada por el señor ministro no esté diseñada para mejorar el sistema educativo sino para quedar bien con la derecha ultranacionalista que aplaude con fervor su enfrentamiento con la izquierda y con los nacionalismos autonómicos, especialmente con el catalán.
Basta leer el texto para comprobar que no parte de un diagnóstico de los problemas del sistema educativo y, lógicamente, tampoco plantea soluciones.  Parece un documento redactado en el siglo XIX, ajeno al debate mundial sobre el futuro de la pedagogía y la revolución educativa.
En cuanto a los cambios que contempla el anteproyecto de Wert con respecto a las lenguas cooficiales, suponen un ataque directo tanto desde el punto de vista cultural, como político.
Es curioso que mientras continúan clamando “una, grande y libre”, en la práctica, parecen disfrutar con la división y el enfrentamiento entre territorios. Utilizan las lenguas para confrontar en lugar de utilizarlas para favorecer la comunicación y el entendimiento. Da la impresión de que pretenden “unir” por la fuerza, pero olvidan que esto sólo fue posible durante la represión franquista. En una sociedad democrática como la nuestra, la unidad se consigue a través de la cohesión social y territorial, desde el respeto a la diversidad cultural y lingüística que nos caracteriza. Y, por supuesto, desde el respeto institucional, reconociendo que el Estado lo forman el gobierno central y los gobiernos autonómicos.
Quizá ofertar como optativas las lenguas cooficiales en los centros de enseñanza de toda España, sería una buena manera de promover nuestro pluralismo lingüístico y de que todos nos sintamos orgullosos de un patrimonio cultural que el gobierno debería proteger y no demonizar. Como hace el ministro Wert, aplaudido por la derecha ultranacionalista, y como en su día hizo el gobierno de Aznar, provocando el rechazo de muchos ciudadanos y ciudadanas que desconocen la riqueza lingüística y literaria del catalán, el gallego o el euskera.

Lee el articulo completo en el blog LA PALANCA.ORG

No hay comentarios:

Publicar un comentario