martes, 8 de abril de 2014

Así imagina Wert la educación con la LOMCE: autonomía, rendición de cuentas, profesor-coach frente a la mediocridad del alumnado, incentivar el logro, mayor competencia... Sin comentarios

abc.esJosé Ignacio Wert: «Los profesores deben obtener recompensas por mejorar»


MANUEL TRILLO

El artífice de la Lomce aboga por que el docente sea un «coach» del alumno que le enseñe a resolver problemas y desarrollar un pensamiento crítico

José Ignacio Wert (Madrid, 1950) admite que la reforma educativa, por sí sola, no cambiará las deficiencias del sistema educativo español, pero sí cree que la combinación de autonomía y rendición de cuentas prevista en la nueva ley permitirá a los profesores «pilotar» el cambio. Ellos son, sostiene, los verdaderos protagonistas.
-Los nuevos datos de PISA agravan la imagen que ya conocíamos de la educación en España.
-Yo no diría que la agravan, simplemente hacen que la fotografía sea más nítida y tengamos un diagnóstico más preciso para aplicar las mejores soluciones. Ponen de manifiesto que es preciso centrarse en cambios en la forma de enseñar porque, siendo mediocres los resultados en comprensión lectora, ciencias y matemáticas, son aún más mediocres en resolución de problemas. Hay gente que nos pregunta: ¿va a haber que incluir en el currículo cómo comprar un billete de cercanías o cómo se programa el aire acondicionado? No, no. Se trata de que, de forma natural, los conocimientos sirvan para hacer cosas prácticas, resolver problemas complejos. Y ese es el gran reto de la educacion en España.
-Si hubiera conocido estos datos antes, ¿habría cambiado en algo la ley?
-Sin afán de patrimonializarlos en favor de la ley, estos datos no hacen otra cosa que reforzar la orientación de la Lomce, que adopta un enfoque decididamente competencial. Eso ya estaba en la ley.
-Hay quien piensa que se queda corta para afrontar estos problemas, que podía haber sido más audaz..
-Es difícil encontrar el equilibro entre la ambición de la reforma y la capacidad de convertirla en realidad. Ahora, una vez aprobada la ley, es la hora de embarcarse en formas distintas de enseñar, en un ejercicio de mayor autonomía, una utilización mas intensa de las tecnologías que permitan una personalización mayor de los aprendizajes. En definitiva, que los maestros y profesores sean los pilotos de la educación del siglo XXI.
-Pero la regulación de los profesores se ha dejado fuera de la ley...
-Sí, se han dejado aspectos sobre selección, formación y carrera profesional, porque está en nuestro espíritu elaborar un estatuto del personal docente. Pero hay en la ley elementos importantes para facilitar la tarea del profesor, dándoles más autonomía pedagógica, obviamente asociada a una rendición de cuentas mayor. Hay en curso una transformación muy importante en el papel del profesor, de mero transmisor de conocimientos a mentor, entrenador, «coach» se dice ahora, de los estudiantes, que les ayuda en la resolución de problemas, les enseña a trabajar en equipo, les impulsa a desarrollar pensamiento crítico, etc. Y ello gracias a que las tecnologías permiten que circule la transmisión de conocimientos y dar la vuelta a la división tradicional del trabajo escolar: ahora en clase se hace lo que antes se hacía como deberes, y fuera del aula se puede dedicar más tiempo a la adquisición de conocimientos. Lo que McLuhan llamara «el aula sin muros».
-¿Y eso no lo podían hacer ahora ya los profesores? ¿Necesitaban la ley?
-La ley proporciona un cuadro en el que existe mucha mayor autonomía, con una definición curricular más genérica y un sistema de evaluciones que asegura que las metas que se requieren van a ser alcanzadas. Pero la transformación la producen sobre todo los profesores. Nuestro compromiso es poner a su disposición recursos que permitan esa transformación digital.
-Y lo que no está en la ley, la selección y la carrera profesional, ¿cómo se concretará? ¿Cómo se va a incentivar a los profesores?
-Hay muchos factores que condicionan el éxito de un sistema educativo. Una ley, por sí sola, no soluciona los problemas de la educación en un país. Crea las reglas de juego a partir del cual los distintos agentes puede conseguir la mejora continua y radical. Somos conscientes de que hay que dotar de recursos a los profesionales para que actúen en este escenario nuevo para extraer todas las posibilidades de los alumnos.
-Pero ¿en qué va a cambiar la carrera del docente?
-La carrera profesional tiene que incentivar el logro. No consiste en cambiar de trabajo, sino en obtener recompensas por hacer mejor el trabajo. Los incentivos serán mayores para quien, mediante instrumentos de medida adecuados, muestre mejores resultados. Y no hablo exclusivamente de incentivos salariales o económicos. Pueden ser que el profesor dedique más tiempo a la faceta docente o investigadora que más le interese; oportunidades de movilidad; de formación, incluso en el extranjero, de compartir experiencias con otros colegas... Es en esa línea en la que hay que crear una auténtica carrera que sirva de estímulo para hacer cada día mejor su trabajo.
-Con la nueva estructura de asignaturas el Estado fija unos mínimos y dejar un margen a las comunidades...
-...Y a los centros, porque se da posibilidad de transferirles esa autonomía. Se ha hecho en algunas comunidades.
-¿Y no se habrá dejado demasiado margen como para que pueda quedar desvirtuado el objetivo de la ley?
-Creo que no, porque no solo se fija un mínimo en el horario en las troncales de un 50%, también exigencias curriculares que define el Estado.
-Pero le pongo un ejemplo. El Estado decide quitar Educación para la Ciudadanía y Andalucía, en el ejercicio de sus competencias, dice que la sigue impartiendo. ¿Para qué sirve la ley?
-La administración educativa le corresponde a las comunidades, y me parece saludable que exista un margen para las comunidades. Que cada una lo emplee como considere más adecuado es un elemento de sana diversidad. No voy a enjuiciar si lo que hace Andalucía es mejor que lo de otra. Soy muy respetuoso. Además, al final hay un sistema de evaluaciones nacionales que pondrá a cada uno en su sitio.
-¿Qué significará quedar peor comparativamente en ellas?
-Ya hay elementos de comparación en PISA. Yo solo creo en esos elementos de comparación en la medida en que sean estímulos de mejora. Lo importante no es la foto, sino la información que proporciona para mejorar en la próxima.
-¿Fue un error transferir educación a las comunidades? ¿Volvería atrás?
-Yo no tomé esa decisión, pero es difícil imaginar que en un estado cuasifederal la administración educativa estuviera centralizada. Ahora, eso tiene que hacerse compatible, y ese es el espíritu de la Lomce, con la igualdad de los españoles vivan donde vivan. Por eso introduce mínimos comunes a través de las materias troncales y unas métricas comunes a través de las evaluaciones.
-También se ha quedado fuera de la ley la universidad, que lleva otro camino, y va más lenta...
-Más de un semestre se consumió en la elaboración del informe por la comisión de expertos, y a partir de ahí no se ha parado. Se está en un proceso con grupos de trabajo, de forma señalada con los rectores. Y se han hecho cosas importantes: el decreto-ley para aproximar las tasas al coste real, así como las mayores exigencias en las beca, han producido resultados espectaculares. La tasa de rendimiento ha crecido del 72 al 76%, y que la nota media de los becarios haya subido del 6,8 al 7,4 es un salto de eficacia muy notable. Se nos dijo que iba a disminuir el número de becarios, y ha aumentado. Y se está trabajando en la gobernanza, la selección del profesorado, la financiación... Estamos avanzando, en un espíritu de diálogo, en la mejora de la calidad y eficiencia del sistema universitario.
-¿Se presentará antes de final de legislatura una reforma?
-Hay aspectos que requieren una modificación en la legislación básica, pero otros no. Si llegáramos a la conclusión de que hay que tocar la ley, tendríamos tiempo en esta legislatura. Pero hay otros cambios que no lo requieren, como la homologación de títulos, o facilitar la internacionalización.
-¿Quedarán para más adelante medidas para evitar el exceso de politización, endogamia...?
-Yo no veo exceso de politización, es una cuestión de gobernanza. Hay amplísimo consenso en que el sistema de elección del rector y los órganos de gobierno es muy mejorable, pero no tanto en los procedimientos y ritmos. La endogamia sí la define la comisión de expertos como un problema grave y hay medidas que no suponen un cambio en la ley. Mentiría si dijera que está maduro un acuerdo, pero sí hay una parte importante del diagnóstico compartido y estamos estudiando soluciones.
-¿Hay demasiadas universidades, campus, titulaciones...?
-En una comparación internacional del ratio por alumnos y población, no hay demasiadas universidades. La discusión es más delicada si hablamos de campus y, sobre todo, titulaciones. Hemos pasado de 150 títulos a más de 5.000, lo que supone un grado de dispersión y repetición excesivo. Y sigue creciendo. Hay que buscar mayor eficiencia en los recursos. Tenemos una proporción excesiva de grados y máster con un número de alumnos por debajo de 50, el umbral mínimo de eficiencia.
-¿Cerraría ninguna universidad?
-No cerraría nada, pero, además, aunque ese fuera mi criterio, no soy quién.
-¿Y cómo reduciría los títulos?
-Este tipo de cosas depende de los incentivos, positivos y negativos. Una universidad sin incentivos para implantar el grado por debajo de un cierto umbral de eficiencia no los implantará.
-Entre las 200 mejores universidades del mundo no hay ninguna española y los datos de producción científica está lejos de los países punteros. ¿Qué se puede hacer por mejorar?
-Muchas cosas. La primera, mejorar la conexión con las empresas. La más importante, que las universidades sean menos generalistas y más de nicho, que estén más cerca de lo que demanda el tejido productivo de su entorno y se refuerce el polo investigador. La competencia por la excelencia va a ser cada vez más fuerte.

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