martes, 1 de noviembre de 2016

Cuando la lucha educativa está herida pero no desaparecida (Miguel Guerrero y Fernando Mardones)

Artículo de Miguel Guerreo y Fernando Mardones publicado en Viento Sur.

¿No podríamos mantener las cosas como están?

- ¿Sin ningún futuro?


(Rear Window - La Ventana Indiscreta. Alfred Hitchcock. 1954)

Los acontecimientos se desencadenan pocas horas después de finalizada la jornada de movilizaciones que este pasado 26 de octubre, en muchas ciudades de todo el Estado, ha dejado vacías las aulas, despachos y pasillos de los centros docentes. Y que ha generado, como efecto contrario, que todas esas personas allí ausentes (alumnas y alumnos, docentes y trabajadores y trabajadoras de la enseñanza pública y concertada) salgan a las calles tiñendo de verde el gris de aceras y calzadas.

El Ministerio de Educación informa, a la mañana siguiente, haciendo uso de los medios de comunicación afines, que las reválidas (la razón principal de la convocatoria de huelga) quedan en suspenso, hasta nuevo aviso, que no es otro, que el del Pacto Educativo para el que se dan seis meses para alcanzar. No es un paso atrás del Gobierno. Es un futurible, condicionado por un pacto educativo que como siempre vendrá impuesto por una parte, que es citado en un momento en que un PSOE abstencionista, ya sumiso a las directrices de la confluencia entre las jerarquías de los partidos del régimen del 78, y demás fuerzas políticas en el Congreso, han escuchado de boca del, en ese momento, Presidente en funciones, que la LOMCE, entre otras líneas “estratégicas”, neoliberales, austericidas y continuistas del Partido Popular (económicas, laborales, sociales, etc.), se mantienen en la línea marcada a partir del año 0 (2011). Es decir, es mero maquillaje mediático.

La LOMCE tiene una especial derivada en la Comunidad de Madrid ya que ésta es el verdadero laboratorio de experimentación respecto de la implantación de las políticas neoliberales. La Comunidad Educativa de la región madrileña, lleva muchos años bajo un rodillo ideológico que poco a poco va implantando una serie de items destinados a segregar socialmente a la población en función de su capacidad económica. La intención de crear sistema educativo basado en los principios generales que regulan cualquier mercado capitalista va acompañado del tratamiento que, desde una óptica neoliberal de carácter thatcheriana, pero a su vez, impregnada de ese espíritu nacional-católico que la derecha de este país tiene bien asumida en su formación y praxis política, se da a los derechos fundamentales. No es baladí que en el actual currículum se incluyen asignaturas como “Educación Financiera” o que la Religión, impartida por profesores nombrados por la Conferencia Episcopal, sea una asignatura con carácter troncal. La lógica de “si no produce beneficio económico, no sirve” impregna todas las medidas dirigidas a defender derechos fundamentales que, por lo menos sobre el papel, tenemos.

La articulación de esa “Realpolitik” neoliberal se puede observar en los propios ejes que la inspiran y que a todas y todos nos resultan objetivamente reconocibles. En primer lugar cuando hablan de favorecer el emprendimiento, están aplicando el principio liberal de individualismo, por ende, del egoísmo capitalista. Y esto significa crear una sociedad carente de principios básicos como el trabajo en equipo en condiciones horizontales o la cooperación y solidaridad.

En segundo lugar, cuando hablan de autonomía de los centros, no se refieren a autogestión de éstos por parte de la Comunidad Educativa que los forman, sino a la capacidad de competir entre sí, con el objetivo de crear rankings entre centros públicos en vez de crear una verdadera red educativa que preste de manera correcta el derecho a la educación. Relacionado con este principio se encontraría la existencia de las pruebas externas y reválidas, en una concepción de la educación en la que ni importa la calidad ni importa la formación de nuestros alumnos y alumnas e hijas e hijos, sólo importa el resultado de cara a los informes PISA.

Por eso no es tampoco “peccata minuta” el hecho que se dé mayor importancia a las materias que son evaluadas por PISA, dejando de lado aquellas materias (Filosofía, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales…) consideradas por el mercado como superfluas, pero que en realidad son las que generan el espíritu crítico de nuestras alumnas y alumnos, es decir, las que en un momento dado pueden hacer brotar el espíritu revolucionario y de contestación al régimen del 78.

En último lugar, y relacionado con las reválidas y las pruebas externas, se genera una nueva barrera en la que se diluye el concepto de igualdad de oportunidades, sometiendo a un estrés añadido y a un esfuerzo extra a las familias, que en el caso de las de las clases trabajadoras y subalternas, asumen con muchísimo esfuerzo, y en muchos casos se ven obligadas a abandonar el sistema educativo.

Todo esto justifica la movilización. Todo esto justifica una jornada de huelga que realmente se plantea en términos conservadores frente al proceso revolucionario neoliberal que pretende convertir la educación en una fábrica de unidades productivas del sistema y segregar a la ciudadanía entre obreras y obreros de baja cualificación y cuadros de mandos que dirigirán el proyecto que tan fielmente encarna el Partido Popular y afines.

A la Marea Verde, o mejor dicho, a las Mareas Verdes, nada les sorprende, porque nada es nuevo. Multitud de compromisos, de promesas, que finalmente se quedan en eso: buenas palabras. Pero saben que la jornada de huelga y las diferentes manifestaciones que han tenido lugar por todo el territorio español han sido un éxito total. Y sin jugar con las cifras a las que siempre aluden administraciones educativas (estatal y autonómicas) o las organizaciones sindicales, podemos concluir que las movilizaciones han sido una enorme demostración de fuerza por tres importantes motivos.

Primero porque en algunas Comunidades autónomas españolas ha habido unidad. Unidad que no se encontraba desde hacía bastantes años y que vuelve a poner sobre la mesa que son solo las acciones conjuntas, encaminadas sobre objetivos concretos que engarcen en el mismo tren los vagones de toda la Comunidad Educativa, las que tienen un potencial de éxito mayor. La unidad entendida como la ausencia de demandas particulares distintas y jerarquizadas; la unidad en un frente común dirigida a un “enemigo” común, bien definido y sustentado en políticas que sin matiz alguno, no son las políticas educativas que la mayoría de la ciudadanía defiende.

En segundo lugar porque sobre esa unidad anteriormente citada se construye un bloque de tres demandas que, en su discusión y desarrollo inicial, generan un consenso amplio y marcado por las propias evidencias: rechazo frontal a la LOMCE reclamando de una vez por todas su derogación, del que se deriva un posicionamiento contrario a las reválidas, y exigencia de la reversión de los recortes en Educación Pública.

Una LOMCE que nació herida de muerte desde el principio; que no contaba ni con un análisis previo serio y riguroso, ni con la participación de la comunidad educativa; que incluía los mayores defectos en cuanto a los prejuicios e ideologías neoliberales del Partido Popular, donde el alumnado es entendido como mera mano de obra para su encaje en un mercado laboral injusto que devora mentes críticas; una ley clasista, segregacionista y autoritaria que barre principios de autonomía, entendida como autogestión, democráticos y participativos de los centros.

Unas reválidas que nos devuelven a tiempos pretéritos que creíamos ya encerrados en el baúl de nuestra plagada historia de dictaduras y del “ordeno y mando”, pero que nos devuelven un modelo pedagógico arcaico, de inspiración nacional-católica, casi haciendo buena la Ley General de Educación de 1970, provocando la salida de miles de alumnos del sistema educativo, que desprestigian la labor y el trabajo docente, y que frena la evolución del estudiante. Las reválidas son cuestionadas por toda la comunidad educativa ya que ahondan en los errores y directrices (intencionadas) que empapan la propia LOMCE y su proyección ideológica.

Unos recortes que nos ahogan. Que dejan el sistema público educativo a merced de la escuela privada y concertada, la cual sigue contando con la cada vez mayor financiación de las arcas públicas. Con ausencia de ayudas y becas, con centros educativos cayéndose a trozos cuyos parches se concretan en módulos prefabricados en los patios; con una total ausencia de recursos humanos y materiales que implican que las necesidades básicas no puedan atenderse y se siga empujando a las familias y estudiantes a abandonar su espacio en beneficio de la escuela de pago.

En tercer lugar, y tal vez la más importante tras lo acontecido estas últimas semanas, desde que el sector de estudiantes y las propias familias, tras el pistoletazo de salida (publicación en el BOE, el 30 de julio, del Real Decreto de regulación de las Reválidas) deciden dar un paso al frente, la constatación de que la Marea Verde, la defensa de la Educación Pública y de calidad por quienes conformamos la Comunidad Educativa, para nada está apagada y en absoluto desaparecida. Todo lo contrario: sigue ahí, fuerte, implicada, motivada, con la actitud y potencial necesarios para poner sobre la mesa sus demandas y propiciando que las administraciones se vean obligadas, aunque posteriormente sigan sin variar sus políticas, a incluir en sus agendas las referencias a las movilizaciones en la calle. Porque en la calle sigue la Marea Verde, siguen estando las miles de personas que participan en el sector educativo público, que llevan allí a sus hijos e hijas, que acuden a estudiar, a impartir clase, a investigar o a trabajar. Una movilización que, aún habiendo dado algunas señales de cierto reflujo y agotamiento, ha seguido constante, trabajando en aulas, asambleas, reuniones e incluso instituciones, apostada en una ventana totalmente abierta a las consecuencias de una Ley y unas políticas injustas, denunciando estas, señalando que algo está ocurriendo, a lo que nadie pone freno y que supone que su actividad sigue siendo importante y, sobre todo necesaria. Una Marea Verde indiscreta hacia las políticas educativas públicas del Partido Popular, que ve a este como un “Keyser Söze” que cojea pero que es irremediablemente un sospechoso habitual.

La cita que encabeza este artículo conforma un momento de “La Ventana Indiscreta”, un breve diálogo en el que Lisa, la modelo enamorada de Jeff, el “indiscreto” protagonista, esquivando él cualquier compromiso matrimonial con Lisa y ella preguntándole un “¿crees que alguno de los dos podría cambiar?”, demostrándole que quiere estar junto a él, pero abandonando en ese instante la casa de Jeff, cuando él, incidiendo en su inamovible posición, le pregunta: “¿no podríamos mantener las cosas como están?”, a lo que ella responde a su vez con una rotunda pregunta “¿sin futuro?”.

De eso se trata. De no mantener las cosas como están. De que tenemos que labrar un futuro y que eso pasa por una movilización constante, una lucha continua en defensa de nuestra principal demanda que no es otra que la búsqueda de una educación pública y de calidad, de todas y todos para todas y todos. Salimos a la calle, no la abandonamos ni cuando estamos incapacitados (temporalmente), desanimados o desmotivados para
hacerlo. Somos muchos y muchas. Y la calle es nuestra. Y ese es nuestro potencial.

29/10/2016

Miguel Guerrero y Fernando Mardones son militantes de Anticapitalistas y participan en el Área de Educación de Anticapitalistas Madrid.

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