domingo, 5 de febrero de 2017

"Bilingüismo: ni se aprende inglés ni science" (Enrique Javier Díez, Rubén García Martín y Agustín Moreno)

Reproducimos este artículo publicado en CUARTO PODER

Gracias a la propaganda institucional el llamado bilingüismo está de moda y pocos se atreven a cuestionarlo. Y ha sido Izquierda Unida quien ha tenido que decir, como el cuento de Hans Christian Andersen, que el rey está desnudo. La propaganda, aunque esté aceptada por muchos, no tiene por qué ser cierta.
El Observatorio por la Educación Pública ha elaborado un informe sobre el bilingüismo que se está implantando en las aulas educativas. Ha abordado lo que no se atreven a evaluar las comunidades educativas que llevan más tiempo con el desarrollo de este modelo (Madrid, Murcia). El informe explica en qué consiste el modelo, pero sobre todo apunta conclusiones sólidamente documentadas, para la reflexión, el debate y la búsqueda de otras formas alternativas de aumentar la capacidad plurilingüística. Veamos. 
1. Un empobrecimiento de los contenidos. Las investigaciones y estudios realizados sobre el bilingüismo escolar concluyen de forma contundente que “hay un efecto negativo claro, cuantitativamente sustancial, sobre el aprendizaje de la asignatura enseñada en inglés”. Es decir, aprenden menos cuando la asignatura es en inglés. Además, tiene posibles efectos colaterales en el vocabulario de ciertas materias, que se empobrece. De esta forma, el castellano puede ir pasando cada vez más de ser una lengua de cultura y de ciencia, a verse reducida a una lengua recluida a los ámbitos coloquiales: familia, amistades y relaciones personales. Buena parte del profesorado está planteando que la forma en la que el bilingüismo se está implantando en el actual sistema educativo resulta destructivo para las asignaturas impartidas en inglés, que son sacrificadas en aras del aprendizaje del idioma, con una creciente dificultad en el alumnado a la hora de comprender los conceptos específicos de cada disciplina.
Las familias cuestionan la práctica concreta. Relatan que “no se trata de aprender ni mucho menos de razonar. Se hacen exámenes tipo test. Con muchos dibujos…”. Como dice Abella, no está claro que la mejor forma de aprender una lengua extranjera sea usarla como lengua vehicular al enseñar otras asignaturas. La capacidad –aunque solo sea léxica– del comunicador, la del oyente y la interacción están limitadas.
2. Una segregación explícita. Pero, lo más grave, es que se está configurando como un elemento de segregación social en las aulas. En los institutos con programas y secciones bilingües se agrupa al alumnado según el dominio del idioma. En el grupo no bilingüe se concentran los que más dificultades tienen. Produciéndose el denominado efecto Mateo: a quien más tiene más se le dará, y al que no tiene, incluso lo poco que tiene, se le quitará. Esto se contradice abiertamente con el diseño general de lo que debe ser una educación basada en la equidad y la inclusividad en la educación obligatoria. Las investigaciones están mostrando que en las aulas bilingües ha aumentado el porcentaje de alumnado de familias con estudios universitarios, mientras que disminuyó el porcentaje de alumnado inmigrante y el de necesidades educativas. Se está así segregando grupos en función de los factores socioeconómicos. Pero también los centros están entrando en esta dinámica donde cada vez más “se elige estar dentro, para no estar fuera”. Muchas escuelas e institutos se han visto forzados a entrar en esta dinámica competitiva, acreditándose como colegio bilingüe precisamente para no convertirse en guetos.
Lo cierto es que parece que el propósito de la derecha conservadora está siendo utilizar el inglés como un elemento discriminatorio y de ventaja comparativa para las clases sociales más altas. Generando segregaciones y guetos que pueden convertir la educación en un riesgo para una parte del alumnado, en vez de ser una oportunidad para todos y todas. Además de intentar utilizarlo también políticamente como arma arrojadiza contra los idiomas propios en determinadas comunidades autónomas. Como analiza César Rendueles, “seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid (CAM), una auténtica pesadilla elitista”.
3. El coste del bilingüismo. Estos programas están suponiendo un gasto considerable que podría emplearse en otras partidas y utilizan recursos económicos que se detraen de otros programas educativos (compensación de desigualdades, atención a la diversidad), lo que supone un atentado a la equidad educativa. El programa ha producido también un coste negativo sobre las relaciones laborales y la composición de las plantillas en los centros. A medida que el proyecto va creciendo, el profesorado no habilitado en inglés comienza a verse desplazado, a pesar de lo competentes que sean como docentes. Magníficos profesores y profesoras son reemplazados por docentes inexpertos que, no obstante, dispone de un nivel C1 de inglés.
Además, los recursos para formar a docentes han ido descendiendo desde que se puso en marcha el programa. Desde que comenzaron los recortes educativos, la habilitación se la costea cada profesor. La pregunta es ¿acaso va a mejorar el nivel académico porque todos el profesorado hable mejor inglés? ¿Va a mejorar por ello la calidad del sistema educativo y se va a reducir el fracaso escolar? El inglés no tiene por qué ser un elemento selectivo, al mismo nivel que la capacidad científica y didáctica, para la idoneidad docente.
4. El negocio del bilingüismo. En paralelo, a la implantación del bilingüismo, se ha desarrollado el gran negocio de la evaluación del inglés a través de exámenes por empresas externas. Unas pruebas que, en vez de asignar a las Escuelas Oficiales de Idiomas, se encargaron a corporaciones autónomas asociadas a universidades inglesas y que cobran por cada examen entre 40 y 100 euros. Dado que han pasado más de 200.000 alumnos y alumnas solo en Madrid en diez años, imaginemos el negocio que pagamos la ciudadanía para acreditar el nivel de bilingüismo. Estos exámenes son innecesarios por su nula repercusión en la mejora del proceso de enseñanza y aprendizaje, además de no ajustarse al currículo del curso.
5. Colonialismo mental.Por último, procede aclarar que el término “bilingüe” es, cuando menos, engañoso. Porque sólo se refiere a determinados idiomas, “del norte”, generalmente el inglés. Como dicen MacedoDendrinos y Gounari: “Igual que las políticas coloniales del pasado, la ideología neoliberal, con la globalización como su símbolo, continúa para promocionar políticas lingüísticas que lanzan al inglés como una ‘súper’ lengua que debe ser adquirida por todas las sociedades que aspiran a la competitividad en el orden económico del mundo globalizado”. La pregunta es si ésta debe ser la finalidad de la educación obligatoria para niños y niñas de 6, 8, 10, 12, 14 o 16 años. Recordemos que la Constitución establece que “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales” (art. 27.2).
6. Otra educación plurilingüe es posible. Este modelo de educación bilingüe que se está implantando de forma masiva, sin estudios en profundidad que valoren sus efectos y tan cuestionado por la comunidad educativa, se ha extendido como una moda en el panorama nacional, de tal forma que los grandes partidos políticos, tanto de carácter conservador como socialdemócrata, incluyen la promesa de extenderla en sus programas. El hecho de que el nivel de manejo en una lengua extranjera en el Estado español sea muy bajo comparativamente con otros países, no tiene por qué implicar que la solución pase por incrementar su aplicación en el currículo usándolo como lengua vehicular desde edades tempranas.
Es necesario un debate serio y riguroso, y con participación de toda la comunidad escolar, partiendo del hecho demostrado de que la alternativa evidente es la inmersión, largas estancias en otros países, bibliotecas bilingües en los centros educativos, intercambios de estudiantes, etcétera. El aprendizaje de idiomas necesita ayudar al alumnado para pensar en la lengua adquirida como si fuera la nativa. Para conseguir esto hacen falta recursos en forma de becas y dotaciones a los centros. No se trata de cuestionar la importancia de una mayor capacidad de comunicación con personas de otros países (no solo con ingleses), sino de abordar esa comunicación desde otro enfoque, más global, más integrador, que no tenga tantos efectos negativos, segregadores y colonizadores en el desarrollo educativo.
(*) Enrique Javier Díez, Rubén García Martín y Agustín Moreno son profesores y participan en el Área de Educación de Izquierda Unida.

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