miércoles, 24 de diciembre de 2014

La Navidad propicia gestar los programas electorales de educación (Manuel Menor)

El nuevo año acelerará la redacción de las propuestas que servirán para atraer posibles votantes. Sobre todo, entre quienes aspiren a desbancar, solos o asociados, al actual partido gobernante.

Justo ahora cuando Rajoy estará 55 días sin control parlamentario -cuando Congreso y Senado también se van de vacaciones casi dos meses-, queda casi un año para que, si todo se ajusta a lo previsible, tengan lugar las elecciones generales. Los partidos concurrentes a ellas acostumbran presentar a los más leídos de sus posibles votantes un conjunto proposicional que trata de enunciar qué harían si obtuvieran de los electores la posibilidad de gobernar. Suele ser habitual, sin embargo, que muchas de estas propuestas conformadoras de un programa o agenda futura no son tenidas en cuenta luego, so pretexto de imponderables superiores. Sabido es que los programas no son exactamente un contrato con los electores –aunque así debieran ser considerados-, y que a lo que cumplen es al acomodaticio papel de dejar oír a los afines y adeptos irreductibles cuáles sean las razones de que no se enfríe su entusiasmo, suceda lo que haya sucedido en la legislatura que agoniza, y que mantengan su favor.

Este es el momento
La producción de este género literario, que tanto servirá para la oratoria mitinera preelectoral, ya está en marcha. Los gobernantes actuales lo han lanzado ya desde que han dicho a la gente que debemos estar de “enhorabuena” porque éstas son “las Navidades de la recuperación”. Su programa educativo no sólo está ya disponible y con un cronograma crecientemente publicitario en la narrativa cotidiana de los medios –que se intensificará a partir de enero-, sino que cuando llegue la campaña de las elecciones estará en fase de despliegue total, sobre todo con la LOMCE, su buque insignia. Ahí está la parte que atañe a la inmensa mayoría ciudadana, explicando qué entienden por enseñanza obligatoria y enseñanza pública.La precisión de sus detalles ha sido  recientemente confirmada en los Presupuestos de 2015 para reafirmar una pedagogía de la absoluta limitación para atender a los más necesitados, formar bien a los docentes y segregar los asuntos problemáticos o ideológicamente intocables. También propugna una fragmentación creciente del trabajo educativo, un dirigismo mayor del quehacer en las aulas y el logro de la presunta calidad de un pequeño grupo selecto a costa del abandono de la mayoría de estudiantes a la subsidiariedad de una hipotética empleabilidad dócil y dependiente. No les importa, además, la anulación práctica de la gratuidad de una enseñanza infantil de calidad ni el cuidado de una universidad pública con recursos suficientes para que puedan acceder a ella  cuantos lo merezcan y que tales enseñanzas no resulten frustrantes. En este conocido programa sólo falta por saber  cuántas vueltas más le darán a la empleabilidad, el emprendimiento, la rentabilidad y la calidad, un campo semántico especialmente propicio para justificar una incursión más decidida en el ámbito universitario,  nivel al que en esta legislatura no han tenido tiempo suficiente para hacerlo regresar a la estrecha y recortada dimensión social que ambicionan para  todo el sistema educativo: las privatizaciones no han hecho más que empezar, pero ¡felicidades!

Las tentaciones
En el amplio abanico de opositores, en gran parte comprometidos por que, si cayera la mayoría absoluta del PP, estaría entre sus prioridades la retirada de la LOMCE. Sin que se haya cazado al oso ya se están repartiendo su piel: tienen sobre el tablero varias tentaciones y no precisamente convergentes. Sin que se sepa todavía bien de qué van las aspiraciones de los ascendentes en intención de voto -Podemos y Ciudadanos-, algunos tienen ya encargada o prácticamente diseñada una nueva ley orgánica a sumar a las que hemos ido desechando o modificando,mientras otros manejan más bien la idea del consenso o pacto educativo, ya ensayado en anteriores legislaturas del PSOE, y sobre todo en la etapa de Gabilondo, previa a Wert. Estos últimos se inclinan por que se acuerde un número de asuntos en que habría que actuar a fondo para que el sistema educativo se fortaleciera y que, a ser posible, quedara incluso blindado frente a tentaciones privatizadoras y empobrecedoras como las que presiden el gobierno de Rajoy. Querrían facilitar así una enseñanza lo más digna posible a las generaciones más jóvenes, con independencia de las posibilidades económicas y de las condiciones de sexo, creencia o ideología de cada cual. Es importante retener que no todos los grupos a la izquierda del PP son concordantes y que, por tanto, un pacto en este aspecto principal no será fácil. Hay discrepancias profundas en cuanto a qué sea primordial tomar en consideración, como las habrá, y más todavía, respecto a las medidas de eficiencia contrastadas que deban tomarse para poner atención a esas cuestiones primordiales. De hecho, mientras unos tienen muy avanzados o casi terminados sus programas electorales, otros no cesan en su predilección por una concertación consensuada, necesariamente genérica. Todos parecen acordes, en todo caso, en una secuencia con dos momentos principales: primero, derogar algunas de las medidas más reaccionarias de la LOMCE –que al inicio de la siguiente legislatura ampliaría significativamente su implantación-, para dignificar mínimamente el asfixiante panorama; y segundo, redefinir qué deba hacerse para revertir de verdad la situación, momento en que deberá decidirse entre un programa de pactos puntuales según grado de urgencia, o una nueva ley orgánica, que muchos rechazan visceralmente para no repetir la reiterada ineficiencia programada desde el BOE; prefieren la gestión directa.

Sea cual sea el desarrollo de estas alternativas –para el hipotético escenario de que el PP perdiera las elecciones generales-, en este momento todos coinciden en la urgencia de al menos dos o tres objetivos clave: a) recuperar lo perdido en el sistema educativo en estos tres últimos años, b)prestar especial atención a la enseñanza desde el ángulo de las desigualdades que encierra todavía  e impulsar las metodologías apropiadas para erradicarlas –lo que implicaría centrarse en la educación infantil, los sistemas de becas, las formas de segregación existentes de manera explícita o encubierta, y en procesos de enseñanza-aprendizaje para todos y no sólo para los más espabilados-, y c) una revisión profunda del quehacer profesional del profesorado, lo que conllevaría una seria atención a las modalidades de reclutamiento y formación, incentivos e investigación pertinentes para una mejor “calidad” docente, entendiéndolo todo no como propaganda sino de manera cuantificada en los presupuestos del Estado -los del dinero de todos-, y rendición de cuentas subsiguiente.

Así están las cosas cuando termina este viejo 2014 y se inicia un 2015 de incierto recorrido pero con muchas cartas marcadas. Es fructífero, en este sentido, no esperar mucho de la evasiva Lotería y prestar atención a los programas de los distintos sindicatos de profesores para las elecciones de hace unos días: continúan en sus revistas y webs, indicandopor dónde vayan a ir los afanes de unos y otros por reforzar la “comunidad educativa”.Sólo falta saber hacia donde se inclinará la intención de voto en 2015: si los votantes preferirán que la educación de sus hijos transcurra con dignidad cívica o como mera rutina escolarizadora que no altere  las desigualdades de partida. Y también quedará en el aire el cumplimiento de las promesas de cambio en este momento crecientes, otra de las formas corruptas de una cultura semidemocrática en que el significado de las palabras dura poco. Si tenemos derecho a reclamar que al menos se enseñe a entender lo que se leeen asuntos que nos competen, como la factura de la luz o los programas de gobierno -y a que se cumpla con la palabra acordada-, ¿no se estará expandiendo, desde las deficiencias del sistema educativo que tenemos, la metástasis de problemas graves que nos afligen?
  
                                                                                  Manuel Menor Currás
                                                                                               Madrid, 21-12-2014

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